Manipular la emoción a través de la tecnología

En la era de la información, la personalización y la personalización son temas notables en tecnología, bienes y servicios. No existe una marca de pasta de dientes ni un tipo de refrigerador, hay cientos de cada uno. No existe un solo tipo de teléfono; hay cientos de ellos, cada uno de los cuales se puede personalizar con estuches, carátulas, fondos y aplicaciones.

Y ahora, incluso hay bebés de diseño: los padres pueden elegir el color del cabello y los ojos de sus hijos (aunque, según Wired, la clínica de Los Ángeles que ofrece estos servicios se cerró recientemente en medio de la protesta pública).

El potencial de los humanos para modular sus emociones a través de la tecnología es igualmente radical.

Hasta cierto punto, ya lo hacemos con medicamentos psiquiátricos. Muchas personas se sienten tentadas a ver a quienes consumen estas drogas, incluso bajo la guía de profesionales de la salud mental, como una especie de "trampa", como una forma de no lidiar realmente con las emociones en sí mismas. Quizás este sea el caso de algunos. Sin embargo, es relativamente claro que esta tendencia de anhelo por controlar nuestra experiencia emocional no surgió con la llegada del Prozac.

Se podría decir que casi todas nuestras elecciones están moldeadas por cómo nos sentimos ahora, cómo nos hemos sentido antes y cómo queremos sentirnos en el futuro. Si nos hemos quemado en la estufa, corremos por agua fría. Si hemos sido heridos en una relación romántica antes, podemos tomar precauciones en nuestra participación la próxima vez. Si hemos sentido aceptación y entusiasmo en un nuevo trabajo, podemos lanzarnos a nuestro trabajo.

En el futuro, ¿será posible sentir lo que queramos, cuando queramos?

La biotecnología, la nanotecnología y la neurología al menos apuntan a la posibilidad de que este sea el caso. De hecho, el “retoque” inicial con la emoción tiene casi 60 años. En 1954, Peter Milner y James Olds implantaron un electrodo en el centro de placer del cerebro de las ratas. Al conectar el electrodo a un "botón de placer", los científicos descubrieron que las ratas presionarían repetidamente el botón tanto como fuera posible, renunciando a la comida, el agua y el sexo hasta que finalmente murieron, buscando frenéticamente el placer directo e intenso.

Incluso teniendo en cuenta que se evitan estos peligros muy obvios de rendimientos decrecientes de las sustancias químicas del cerebro, jugar con la experiencia afectiva de los humanos es una pendiente muy resbaladiza. Tener la capacidad de sentirse “mejor” o más enérgico parece una buena idea para aumentar nuestra productividad. Si podemos superar un resfriado común o una situación inquietante en el hogar con una especie de impulso emocional inofensivo, ¿está mal en sí mismo?

El peligro no son solo los efectos secundarios negativos para el cerebro mismo (que podríamos volvernos lo suficientemente inteligentes para superar), sino una dependencia más insidiosa de este impulso. Si ignoramos la comida y el sexo para este impulso, podemos terminar como las ratas antes mencionadas.

¿No hemos querido todos controlar nuestros patrones de sueño? Algunas personas desean superar el sueño por completo, mientras que casi todos deseamos poder irnos a dormir o despertarnos cuando nos lo ordenen. Un implante que nos permite apagar y encender la conciencia a nuestro antojo podría parecer una mejora inicialmente inofensiva. ¿No sería solo un pequeño paso más para poder controlar nuestros sentimientos de hambre o nuestro sentido del tiempo (poder avanzar rápidamente a través de una espera particularmente aburrida en la fila del banco o una reunión de la escuela secundaria)? Esto también podría resultar traicionero.

Con los continuos avances de la ciencia, parece que la psicología eventualmente convergerá y ayudará a guiar a otros campos en desarrollo.

El progreso tecnológico por sí solo, incluso con una comprensión mucho más profunda de la neurología, no está completo sin una comprensión de la mente, su equilibrio, su función y el mantenimiento de su bienestar que la psicología puede contribuir. Es posible que algún día los profesionales de la salud mental se encuentren no solo tratando y ayudando a las personas, o incluso luchando por cambios en las políticas, sino como una fuerza orientadora y contribuyente a la mejora de la experiencia humana.

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