La importancia de sentirse cómodo con la incomodidad

Cuando hacemos ejercicio, ¿fortalecemos algo más que nuestro cuerpo? En un artículo reciente, Brad Stulberg explicó cómo hacer ejercicio fortalece la mente. El esfuerzo físico significa tener que afrontar algo que muchos evitamos todos los días: el malestar.

“En un mundo donde la comodidad es el rey, la ardua actividad física brinda una oportunidad única para practicar el sufrimiento”, escribe Stulberg. Después de entrevistar a varios atletas y revisar la investigación, descubrió que los beneficios psicológicos eran claros. Soportar el malestar físico enseñó a los atletas a permanecer en el momento y adaptarse. Aprendieron a dividir el riesgo real del riesgo percibido (algo que toda persona estresada lucha por hacer). Los atletas enfrentan el malestar con valentía e incluso abrazan el dolor.

Hay algo en el esfuerzo físico que nos conecta a nuestro cuerpo. Nos hace sentir completamente uno con nosotros mismos. Como sobreviviente de abuso sexual, comenzar una rutina de ejercicios fue la primera vez que realmente me sentí "en mi cuerpo". Disociarme de mi cuerpo fue mi forma de afrontar el trauma. Cuando hacía ejercicio, sentía la tensión de mis músculos, el sudor, la tensión y el calor. No había forma de mantener la coordinación y la resistencia sin estar allí en mi cuerpo: cronometrar los ejercicios cardiovasculares, contar las repeticiones, prepararme para una pendiente.

Finalmente me sentí rodeado por un límite físico y quise aprender más sobre él. Cuanto más entrenamiento de fuerza y ​​resistencia intentaba, más me preocupaba lo que ponía en mi cuerpo. Necesitaba mantenerme hidratado y consumir alimentos integrales energizantes y reconstituyentes.

A medida que mi cuerpo se fortalecía, me sentí poderosa por primera vez en mi vida. Una vez viví negando el abuso, pero a medida que me acostumbré a la incomodidad, estos problemas incómodos comenzaron a surgir naturalmente. Estaba comenzando a lidiar con mis recuerdos y sentimientos poco a poco, hasta que llegó el momento de comenzar la terapia.

Todavía hago ejercicio de forma regular. Conozco mis limitaciones físicas y sé cómo hacerlas retroceder gradualmente y con paciencia. Conozco las partes de mi cuerpo que necesitan más cuidados: hombro derecho, tobillos, columna torácica. He aprendido a responder a tirones, desgarros y músculos sobrecargados. Cuido mi cuerpo como un jardín. Es por eso que abrazar el dolor del esfuerzo puede ser reconfortante.

Los amigos que me apoyaban a menudo me decían que los sobrevivientes de un trauma son algunas de las personas más fuertes del mundo. Comprendí lo que querían decir, pero no me sentí fuerte hasta que comencé a hacer ejercicio.

Sentirme cómodo con la incomodidad me ayudó a enfrentar el pasado. Los sentimientos de disgusto y vergüenza eran agobiantes pero de alguna manera manejables. Podría extender la mano y pedir ayuda sin sentirme débil e indefenso.

Aceptar la incomodidad me ayuda a contar mi historia, incluso cuando me encuentro con una invalidación, porque sé que es temporal. No dura para siempre.

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