Impulso y envidia: cuando no deberías comprar ese auto
La envidia es una de esas emociones dolorosas que la mayoría de la gente intenta evitar. Es una mezcla complicada de deseo y anhelo, con otras emociones, como la inferioridad, la frustración, la ira y el descontento. Las campañas de marketing a menudo están diseñadas para provocar envidia, pero su expresión es socialmente inaceptable.
Y la envidia, como muchas otras emociones, se complica aún más por su impacto útil y destructivo en nuestro comportamiento. La envidia puede hacernos trabajar más duro, luchar por más e innovar de formas que nos permitan alcanzar lo que deseamos. Pero la envidia también puede hacernos sentir rencor y resentimiento hacia los demás y hacer que nos comportemos de maneras que no son buenas para nosotros a largo plazo, p. gastando dinero que no tenemos o comiendo demasiado o tomando otras decisiones poco saludables.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre comportamiento útil y destructivo? ¿Cuándo impulsa un esfuerzo positivo por obtener más y mejorar nuestras vidas y cuándo es probable que cedamos a comparaciones sociales dolorosas, resentimiento amargo y comportamientos impulsivos, riesgosos y potencialmente dañinos?
Un estudio reciente en Emoción explora la conexión entre la envidia, el comportamiento impulsivo y el autocontrol. Según los autores, la envidia puede presentarse de muchas formas.
A veces experimentamos la envidia como un simple deseo: "Yo quiero eso". En otras ocasiones, la envidia es tanto el anhelo de algo que no hemos combinado con una motivación para derribar a otros. Aunque ambos pueden resultar frustrantes, el anhelo de derribar a los demás también suele implicar un sentimiento de vergüenza e inferioridad.
Esta emoción complicada y dolorosa es difícil de evitar. Tiende a ser provocado por compararnos desfavorablemente con otra persona. Estas comparaciones y juicios son espontáneos, automáticos e involuntarios.
No tenemos que estar a merced de la envidia. Existen múltiples estrategias para ayudarnos a mantener el autocontrol. Suelen ser aquellas estrategias clásicas que nos ayudan a controlar cualquier emoción dolorosa haciendo cosas como desviar la atención de la situación, reconocer los pensamientos envidiosos y cambiar el significado que derivamos de ellos.
Estas estrategias funcionan bien hasta que se pone a prueba nuestro autocontrol. Cuando estamos agotados física o mentalmente, somos menos capaces de controlar nuestros impulsos envidiosos. Cuando estamos agotados, distraídos, intoxicados o estresados de alguna otra manera, disminuimos nuestra capacidad de influir en nuestras emociones. Es en estos momentos cuando actuamos sobre la base de los sentimientos de envidia, con poca o ninguna consideración por las consecuencias sociales, económicas, de salud u otras.
Es importante tener en cuenta nuestra limitada capacidad de autocontrol. Es más probable que las decisiones sobre comprar un automóvil nuevo, pedir ese helado sundae o comprar un par de zapatos caros sean irracionales y estén influenciadas por la envidia cuando estás abrumado, mentalmente fatigado, intoxicado o simplemente demasiado hambriento.
¿El resultado? Manténgase alejado de las compras o simplemente de la búsqueda de algo cuando no esté 100% descansado y relajado.