Por qué el apego es un factor clave en su salud mental

Adjunto archivo. Has oído hablar de eso, ¿verdad? Cómo usted y su pareja pueden tener una relación mejor y más satisfactoria al conocer sus estilos de apego y cómo se combinan (o no, según sea el caso).

Pero el apego no es solo para los que tienen una relación sentimental.

El apego afecta nuestro bienestar social y emocional: nuestra confianza, nuestra capacidad para llevarnos bien con los demás, incluso nuestra capacidad para identificar una carrera.

¿Cómo puede ser tan importante el apego?

El apego está diseñado para ayudarnos a sobrevivir.

Nos ayuda a relacionarnos con nuestros cuidadores y, al hacerlo, garantiza que permanezcamos cerca de aquellos que pueden alimentarnos, protegernos y calmarnos. No solo eso, sino que nuestro comportamiento de apego provoca estos comportamientos cariñosos en nuestros padres y ayuda a generar un vínculo duradero que influye en nuestro desarrollo temprano.

Infancia y apego

Antes de nacer, ya estamos absorbiendo información de nuestro entorno. El estado mental y el bienestar emocional de nuestra madre tienen una gran influencia en nuestro desarrollo, incluso en esta etapa temprana.

Obviamente, el bienestar físico de la madre afecta al niño en crecimiento, pero si está estresada, sin apoyo o ansiosa, esto también influirá en el entorno temprano del niño a través de la presencia de hormonas del estrés en la sangre que atraviesan la pared placentaria.

Las personas con antecedentes de apego inseguro serán más vulnerables a las enfermedades mentales y otros problemas en el futuro.

Aprendemos quiénes somos a través de nuestros primeros apegos. También aprendemos cómo relacionarnos y qué esperar de las relaciones. Si no recibimos el reflejo y la sintonía adecuados en la infancia, no aprendemos a valorarnos a nosotros mismos y, en algunos casos, es posible que nunca sepamos quiénes somos.

No nacemos perfectamente formados.

Nuestro sistema nervioso y nuestro cerebro se desarrollan en conjunto con nuestro cuidador principal (generalmente, pero no siempre nuestra madre). Esta relación nos permite experimentar el mundo de forma segura.

A medida que crecemos, aprendemos y exploramos, conociéndonos a nosotros mismos y a nuestro entorno. Este importante desarrollo que depende de la experiencia establece estructuras y caminos que influyen en nuestro bienestar a lo largo de la vida. Pero a veces las cosas no salen tan bien. Nuestra madre está estresada o enferma, ansiosa o sin apoyo. En algunos casos, los padres pueden tener un historial de trauma que nunca se ha resuelto. Todos estos factores influirán en la relación de apego. Cuanto más se nos ignore cuando somos bebés, se nos obliga a participar en interacciones no deseadas o se nos deja para manejar nuestra propia angustia, más nos perderemos.

Los bebés son exquisitamente sensibles al estado anímico y mental de sus cuidadores.

Un padre con un trauma no resuelto puede transferir involuntariamente el intenso afecto asociado con el trauma a través del contacto visual, la expresión facial y los patrones de interacción. Un bebé que está siendo criado por alguien con un historial de trauma no resuelto quedará a merced de estados desorganizados. Serán demasiado para el sistema nervioso en desarrollo.

Cuanto más sensible sea el niño, mayor riesgo corre. Los bebés prematuros son especialmente vulnerables.

A veces, los bebés y los niños pequeños aprenderán a hacer frente a estos estados separándose de la experiencia, lo que llevará al uso de la disociación como mecanismo de afrontamiento más adelante. Debido a que estas experiencias a menudo ocurren en un momento antes de que tengamos el lenguaje, no se recuerdan, sino que permanecen con nosotros, lo que afecta nuestro sentido de nosotros mismos y nuestra capacidad para relacionarnos con los demás. A veces nos quedamos con la sensación de que somos "indignos de amor" y con una vergüenza continua, crónica e inconsciente.

Aunque esto suene terrible, las experiencias reparadoras de apego pueden ayudarnos a crecer y resolver nuestro trauma. Estas experiencias pueden llegar a través de la terapia, pero también pueden surgir a través de relaciones íntimas estables en las que podamos sentirnos sostenidos y nutridos de manera segura y experimentarnos a nosotros mismos como dignos de compasión y amor, quizás por primera vez.

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