De fingirlo a lograrlo
El momento te toma por sorpresa. Nunca se sabe exactamente cuándo sucederá. Pero un día reconoces que has cruzado la línea de "fingir" a "hacer".Y cuando llega ese día, te sientes fantástico.
Quizás es una habilidad que ha querido mejorar. Quizás esté escribiendo. En lugar de seguir hablando con oraciones largas y aburridas, notas que tus palabras encajan en su lugar. Tus personajes brillan. Tu trama toma curvas serpenteantes que hacen que los lectores vuelvan por más.
Tal vez sea un rasgo de carácter que nunca pensó que poseería. Como el coraje. O confianza en uno mismo. Estos rasgos no se pueden desarrollar. ¿O pueden ellos?
En lugar de encogerse de miedo cuando aborda algo nuevo, se da cuenta de que está cargado. Se despierta tu curiosidad. Esperas aprender más.
¿En qué área de la vida quieres "triunfar"? ¿Quieres ser un genio de las computadoras? ¿Un orador público? ¿Un artista? ¿Quieres elevar tu autoestima? ¿Enriquece sus habilidades de relación? ¿Mejorar su toma de decisiones?
Si no comienza a "fingir", le garantizo que no lo "logrará". Por qué no?
Porque te encogerás de hombros, agacharás la cabeza y permanecerás al margen. No correrás riesgos. Temerás intentarlo. Te rendirás a la primera señal de frustración. Temerás que los sentimientos de tristeza que estás teniendo ahora sean para siempre.
"Fingir" no es ser deshonesto. No es tocar tu propia bocina. No lo está haciendo alarde. Simplemente actúa como si ya lo tuvieras. No es necesario que se sienta seguro por dentro para verse seguro por fuera. No tienes que saberlo todo para saber más que la siguiente persona. No tienes que ser candidato a "Entonces crees que puedes bailar" para sacudir tu trasero. No tienes que ser el próximo Monet en pintar un lienzo.
"Fingir" es ser valiente. Lo está haciendo, a pesar de estar muerto de miedo. Lo está haciendo, a pesar de estar decepcionado por tu progreso. Lo está haciendo, a pesar de querer darse por vencido. Y a medida que lo hace, mejora. ¿Por qué? Porque estás practicando una habilidad. Estás en el juego. Estás puliendo tu desempeño, sin importar si eres consciente de ello.
Entonces, un día glorioso, admites que todo tu arduo trabajo ha dado sus frutos. Lo asimila todo. Se da una palmadita en la espalda. Con alegría proclamas: “Sí, de hecho, lo he logrado. Yo puedo hacer eso. Ya no tengo miedo. Soy un artesano consumado. Soy capaz. Estoy confiado. Estoy orgulloso de mi mismo."