Las 4 lecciones más importantes que aprendí en mi viaje hacia la curación de la ansiedad social

Durante mi adolescencia y la mayor parte de mis 20 viví con trastorno de ansiedad social, trastorno de ansiedad generalizada, TOC y depresión. Durante la mayor parte de esos años, tomé antidepresivos fuertes y, durante los peores momentos, beneficios por discapacidad médica debido a mi miedo a las entrevistas de trabajo.

Creí que tenía una falla genética en mi cerebro y nací de esa manera. Me había rendido por completo y estaba convencido de que nunca superaría la ansiedad social. Eso me lleva a la primera lección que aprendí en mi viaje para superar la ansiedad social y la timidez:

  1. La ansiedad social no es una sentencia de por vida
    Como la mayoría de la gente, crecí creyendo en la narrativa que nos vende la sociedad. Naciste seguro o no. Eras bueno con la gente o no. O lo tienes o no, y yo ciertamente no. Mejor suerte en la próxima vida. Creía que mi timidez y ansiedad social estaban fuera de mi control. Debido a esto, nunca hice un esfuerzo por cambiarlo. Todo cambió para mí cuando conocí a alguien que había superado la ansiedad social y la timidez paralizante. Continuó diciéndome que eran mis creencias limitantes, la falta de diálogo interno y los comportamientos de evitación los que contribuían a mi ansiedad social, no un gen malo o algo fuera de mi control.

    Darme cuenta de que estaba bajo mi control desde el principio fue el primer paso para curarme. Sólo entonces podría analizar mis propios comportamientos para encontrar las causas reales.

  2. Ninguna cantidad de castigo por sus defectos los mejorará
    Solía ​​creer que la forma de mejorar era concentrarme en mis puntos débiles y sentirme mal por ellos hasta que se convirtieran en fortalezas. Por muy contradictorio que parezca, desde entonces me he dado cuenta de que ninguna cantidad de castigos por tus defectos los mejora. Enfocarme en sus debilidades y descuidar sus puntos buenos solo conduce a sentimientos de insuficiencia, inferioridad y baja autoestima. Comencé a hacer una lista de todas las cosas que me gustan de mí y a leerla todos los días. Esta práctica me ayudó a inclinar la balanza hacia atrás a favor de lo positivo, y recuerda que tengo buenos puntos.
  3. Mis historias me mantenían estancado
    ¿Estás más interesado en superar la ansiedad social o en defender por qué no puedes? No podía esperar para contarles a todos lo mala que era la gente conmigo mientras crecía. Buscaba simpatía y la obtuve, pero no importa cuánto obtuve, la simpatía de otras personas no me curó.

    Debemos comenzar a darnos cuenta de que nuestras historias pasadas de dolor no nos ayudan a sanar ni a crecer. Nos mantienen atrapados en una mentalidad de víctima. No estoy diciendo que lo que te sucedió en tu pasado no fue terrible, pero pensar en ello y culpar a los demás te quita el poder.

    Tienes una opción. ¿Vas a seguir viviendo tu vida mirando por el espejo retrovisor? ¿Vas a seguir aferrándote a las historias y excusas que te mantienen atrapado? ¿O vas a avanzar hacia la curación?

    Hoy es un nuevo día. No importa lo malo que fue ayer, hoy te queda una pizarra en blanco. Hoy, eres libre de elegir una nueva historia para ti.

  4. La perfección es una ilusión
    En algún momento, me formé la creencia de que tenía que ser perfecto para ganarme el amor y la amistad de la gente. Tenía que ser siempre agradable, oler bien, lucir bien. Pensé que si alguna vez me pareciera incómodo, extraño o egoísta, a la gente ya no le agradaría y sería rechazado. El perfeccionismo se produce por no sentir en el fondo que eres suficiente como eres. Siempre te esfuerzas por ganar la aceptación, tanto de otras personas como de la tuya. Los perfeccionistas tienden a pensar en blanco y negro, bueno o malo, sin dejar espacio para las zonas grises. Es asombroso o terrible; lo mejor o lo peor.

    Desde entonces he llegado a comprender que la perfección es un mito. Hay áreas grises que se aplican a casi todo en la vida. También aprendí que no necesito ser perfecto para ser amado o querido, al igual que no necesito que los demás sean perfectos para amarlos.

No importa lo mal que parezcan las cosas en este momento, hay una luz al final del túnel. Lo sé porque una vez estuve donde estás y logré salir. Espero haberte dado algo de esperanza al compartir mi historia y algunas de las cosas que funcionaron para mí.

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