¿Por qué sentimos la necesidad de discutir?

Este artículo invitado de YourTango fue escrito por Julia Flood.

No parece tener sentido: solías ser mejores amigos, pero ahora no puedes pasar un día sin pelear. Tu pareja dice algo que te provoca (te sientes atacado o devaluado) y tú reaccionas: tal vez gritas, cierras la puerta y sales, o te apagas y te niegas a continuar la conversación. Mirando hacia atrás, puede ser difícil saber cómo se metió en la discusión en primer lugar.

Podría haber sido algo muy sutil lo que te hizo ver rojo: una sonrisa, ojos en blanco, cierta postura corporal o tono de voz. En una fracción de segundo captó un mensaje y simplemente reaccionó. Desafortunadamente, es probable que su propia respuesta característica a la amenaza que percibe proveniente de su compañero sea exactamente lo que lo vuelva loco, ya sea que diga algo hiriente o huya del campo de batalla y deje a su compañero sintiéndose abandonado. Es un círculo vicioso.

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¿Que esta pasando? Si bien somos seres sociales y queremos relaciones cercanas, también estamos programados para sobrevivir. Hablando biológicamente, cuando nos sentimos amenazados, solemos recurrir a una de las 3 reacciones reflejas para protegernos de más daño: luchar, huir y congelarnos. Dependiendo de la situación, nuestros cerebros intentan determinar el resultado más probable de un conflicto y evaluar si hay suficiente tiempo para escapar, suficiente fuerza para luchar / ganar o si "hacerse el muerto" es la mejor estrategia para sobrevivir.

Estas respuestas no se eligen racionalmente. Más bien, son provocados por estímulos externos que hacen que su cerebro se active casi instantáneamente. Muchos de nosotros hemos tenido experiencias en el pasado en las que tal respuesta era necesaria para la supervivencia física o emocional, y el cerebro se ha moldeado para optimizar estas respuestas de autodefensa. El problema es que, si bien nuestras reacciones probablemente fueron moldeadas por una amenaza legítima en el pasado, ahora puede ser exagerada en términos de la amenaza que ahora percibimos de nuestra pareja cuando hablamos de un tema incómodo.

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Pero hay esperanza: se necesita mucho tiempo, práctica y, en la mayoría de los casos, orientación profesional para enseñarle a su cerebro nuevas formas de responder, pero su cerebro puede reconfigurarse. Los científicos del cerebro llaman a este proceso neuroplasticidad. La terapia puede enseñarle a compartir las cosas que le molestan con su pareja de manera efectiva, así como a escuchar a su pareja mientras se mantiene cerca, curioso y conectado. El objetivo es conocerlo mejor a la luz de su historia para que puedan cambiar el círculo vicioso de sus interacciones juntos. Sus reacciones naturales, como querer solucionar un problema de inmediato, retraerse o volverse emocionalmente reactivo, pueden no ser aprendidas.

Si bien es un desafío, un terapeuta de parejas puede brindarle las herramientas y la práctica para aprender a decir lo que piensa sin agravar la situación. Al escuchar la realidad de tu pareja, puedes aprender a tolerar tu propia ansiedad, calmarte y no perder de vista lo que es verdad desde tu perspectiva. Si usted y su pareja practican ese tipo de compartir y escuchar, sus conflictos probablemente no solo disminuirán, sino que su intimidad también aumentará, lo que hará que ambos se sientan más satisfechos en su relación.

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