La exposición a la naturaleza puede mejorar la salud mental de los habitantes de la ciudad
Un nuevo estudio realizado por investigadores alemanes sugiere que la exposición a espacios verdes urbanos puede reducir el riesgo de problemas de salud mental entre los habitantes de las ciudades.
Los expertos explican que el ruido, la contaminación y la alta densidad de población de la vida urbana típica pueden causar estrés crónico. Como tal, los habitantes de la ciudad tienen un mayor riesgo de enfermedades psiquiátricas como depresión, trastornos de ansiedad y esquizofrenia que los habitantes del campo.
Los investigadores del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano estudiaron el área del cerebro llamada amígdala, una región central del cerebro que juega un papel importante en el procesamiento del estrés y las reacciones al peligro. Las comparaciones muestran niveles de actividad más altos en los habitantes de las ciudades que en la amígdala de los habitantes del campo.
Tomando esta información, un equipo de investigación dirigido por el psicólogo Dr. Simone Kühn buscó factores que pudieran tener una influencia protectora para aliviar el estrés. Examinaron cómo la naturaleza ubicada cerca de los hogares de las personas, como el bosque, el verde urbano o el páramo, influye en las regiones del cerebro que procesan el estrés, como la amígdala.
“La investigación sobre la plasticidad cerebral respalda la suposición de que el entorno puede moldear la estructura y función del cerebro. Por eso nos interesan las condiciones ambientales que pueden tener efectos positivos en el desarrollo del cerebro.
“Los estudios de personas en el campo ya han demostrado que vivir cerca de la naturaleza es bueno para su salud mental y su bienestar. Por lo tanto, decidimos examinar a los habitantes de las ciudades ”, explica Kühn, primer autor y líder del estudio.
De hecho, los investigadores encontraron una relación entre el lugar de residencia y la salud del cerebro: los habitantes de la ciudad que vivían cerca de un bosque tenían más probabilidades de mostrar indicios de una estructura de amígdala fisiológicamente saludable y, por lo tanto, presumiblemente eran más capaces de hacer frente al estrés.
Este efecto se mantuvo estable cuando se controlaron las diferencias en las calificaciones educativas y los niveles de ingresos. Sin embargo, no fue posible encontrar una asociación entre las regiones cerebrales examinadas y el verde urbano, el agua o el páramo.
Con estos datos, no es posible distinguir si vivir cerca de un bosque realmente tiene efectos positivos en la amígdala o si es más probable que las personas con una amígdala más saludable elijan áreas residenciales cercanas a un bosque. Sin embargo, basándose en los conocimientos actuales, los investigadores consideran que la primera explicación es más probable. Se necesitan más estudios longitudinales para acumular evidencia.
Los investigadores estudiaron a los participantes del Estudio sobre el envejecimiento de Berlín II (BASE-II), un gran estudio longitudinal que examina las condiciones físicas, psicológicas y sociales para un envejecimiento saludable. En total, 341 adultos de 61 a 82 años participaron en el presente estudio.
Además de realizar pruebas de memoria y razonamiento, se evaluó la estructura de las regiones cerebrales que procesan el estrés, especialmente la amígdala, mediante imágenes por resonancia magnética (IRM).
Para examinar la influencia de la naturaleza cercana a los hogares de las personas en estas regiones del cerebro, los investigadores combinaron los datos de resonancia magnética con información geográfica sobre los lugares de residencia de los participantes. Esta información procede del Urban Atlas de la Agencia Europea de Medio Ambiente, que ofrece una descripción general del uso del suelo urbano en Europa.
Fuente: Instituto Max Planck