¿Puede la distracción contribuir a la enfermedad mental?

Sin embargo, cuando Shakespeare escribió sobre la “distracción” en sus obras de teatro y sonetos, no estaba hablando de algo que desvíe nuestra atención. En ese entonces, la palabra se usaba para describir un estado de alteración mental o locura. Incluso hoy en día, una definición de la palabra "distracción" puede implicar cierto grado de trastorno emocional.

Entonces, ¿Shakespeare estaba en algo?

Ciertamente podemos distraernos y no experimentar enfermedades mentales. Un ruido fuerte, niños rebeldes o una tormenta repentina son eventos que pueden distraernos de lo que estamos haciendo en este momento.

Pero, ¿pueden las distracciones repetitivas (teléfonos que suenan sin parar, interrupciones incesantes de correos electrónicos y mensajes de texto, reuniones y compañeros de trabajo que necesitan atención inmediata) contribuir a la angustia mental o incluso a la enfermedad mental?

Si la distracción nos ayuda o nos obstaculiza depende de cómo y cuándo entra en nuestras vidas. Cuando nos encontramos en medio de una crisis en la que no se necesita ninguna acción inmediata, por ejemplo, la muerte de un ser querido, distraerse del dolor emocional dando un paseo, leyendo un libro o viendo una película puede ayudarnos a superar un problema. Situación dolorosa. La distracción es una técnica útil que se utiliza para el tratamiento de la depresión, el uso de sustancias y algunos comportamientos compulsivos.

Sin embargo, cuando se nos pide con regularidad que cambiemos nuestra atención de una tarea o pensamiento a otro, los efectos pueden ser problemáticos para nuestra salud mental. Un creciente cuerpo de investigación ha comenzado a revelar lo que sucede cuando cambiamos nuestra atención entre múltiples tareas.

Nuestro cerebro nos permite cambiar entre tareas sin darnos cuenta. Esto puede ser útil, pero también tiene un costo. Tenemos que ponernos al día y sumergirnos en cada nueva tarea. Entonces, cada vez que cambiamos de tarea, perdemos tiempo y eficiencia.

Pero es posible que muchos de nosotros nos hayamos acostumbrado tanto a la distracción persistente que hemos perdido, o no hemos podido desarrollar en primer lugar, la capacidad de controlar nuestra propia atención. Nuestra capacidad para dirigir la atención es esencial para el comportamiento dirigido a objetivos. No solo es necesaria una atención deliberada para la acción, sino que también tiene un efecto importante en nuestras emociones. La terapia cognitivo-conductual puede ayudarnos a aprender cómo enfocarnos y etiquetar las experiencias internas para que se puedan realizar cambios en ellas.

Como ya se vio, la distracción puede ralentizarnos, interferir con nuestra productividad y obstaculizar nuestra capacidad para realizar cambios positivos que mejoren nuestro bienestar. Pero, ¿puede realmente causar una enfermedad mental?

Los neurocientíficos han determinado que la experiencia da forma no solo a nuestros pensamientos, emociones y comportamiento, sino a los mismos circuitos dentro de nuestro cerebro. El estrés afecta ciertas áreas del cerebro, incluida la amígdala, que están involucradas en el comportamiento dirigido a un objetivo y nuestra capacidad para regular las emociones (Davidson y McEwen, 2012). Y la distracción continua ciertamente puede contribuir al estrés. Pero el vínculo entre las distracciones externas y el estrés y los trastornos emocionales no se ha investigado con claridad.

Aunque todavía no existe una conexión bien definida entre los altos niveles de distracciones externas y las enfermedades mentales, se han realizado investigaciones que indican que las técnicas, como la meditación, que mejoran nuestra capacidad de concentración tienen un impacto positivo en los circuitos cerebrales y en el bienestar mental en general. -siendo.

Según Richard Davidson, neurocientífico y líder en el estudio de los afectos de la meditación como director del Centro para la Investigación de Mentes Saludables de la UW-Madison, a través de técnicas de meditación podemos aprender a experimentar emociones positivas, como la compasión. Davidson sugiere que cuando se trata de procesamiento emocional, podemos cambiar nuestra experiencia emocional con técnicas que mejoran nuestra capacidad de concentración.

A medida que aumenta nuestra comprensión de la neuroplasticidad y el impacto de nuestra experiencia en el funcionamiento de ciertas partes de nuestro cerebro, es posible que comencemos a aprender cuánto podemos afectar las alteraciones emocionales creando ciertas experiencias. Según Davidson y McEwen, "también podemos asumir más responsabilidad por nuestras mentes y cerebros al participar en ciertos ejercicios mentales que pueden inducir cambios plásticos en el cerebro y que pueden tener consecuencias beneficiosas duraderas para el comportamiento social y emocional".

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