¿Por qué nos volvemos tan adictos al azúcar?
La adicción es una condición médica en la que la persona tiene un deseo incontrolable de tomar una sustancia o realizar una actividad, a pesar de saber que puede provocar efectos adversos. Tomar esa sustancia o participar en esa actividad hará que la persona se sienta bien. ¿El azúcar encaja a la perfección? Claramente sí, ya que muchos de nosotros no podemos controlar los antojos de algo dulce.
La mayoría de nosotros usa el azúcar a diario. La comida moderna es muy rica en azúcar y esta abundancia de azúcar se considera una de las principales razones de las crecientes epidemias de obesidad. El consumo excesivo de azúcar no solo da como resultado una avalancha de calorías adicionales, sino que también puede provocar adicción. El azúcar puede interactuar con diferentes sustancias en el cerebro, influyendo y cambiando sus niveles normales. Más notablemente, afecta el nivel de dopamina. También puede cambiar la concentración de algunos receptores en el cerebro.
La forma más común de azúcar en nuestros alimentos es la sacarosa. Cuando se ingiere, este azúcar se divide en el sistema digestivo en sus dos componentes, glucosa y fructosa. La insulina y el glucagón son dos enzimas más importantes para el metabolismo de la glucosa. Ambos regulan el nivel de glucosa en el cuerpo humano.
Después de la ingestión y degradación del azúcar, las moléculas de glucosa se absorben y distribuyen a todos los órganos y células del cuerpo. Un grupo de proteínas llamadas GLUC son responsables del transporte de glucosa en la sangre. GLUT1 es el principal transportador de glucosa al cerebro.
Cuando la glucosa llega a las células de destino, tiene que entrar en las células donde se consume. Existen diferentes mecanismos para lograr este objetivo. Algunas células, como los glóbulos rojos, utilizan el transporte pasivo, también conocido como difusión, para obtener la glucosa del plasma sanguíneo. Muchas otras células utilizan mecanismos de transporte activo para administrar glucosa dentro de las células.
Uno de los tejidos humanos que no puede tolerar niveles bajos de glucosa es el tejido cerebral. La razón principal de esto es la incapacidad de las neuronas para almacenar glucosa y utilizar esa glucosa almacenada cuando los niveles disminuyen. Esa es la razón por la que el cerebro humano es el primero en la fila para el suministro de glucosa. El cerebro también es el mayor quemador de glucosa del cuerpo humano.
Algunas personas pueden decir que comen dulces para sentirse felices. Y no se equivocan. El azúcar aumenta la liberación del neurotransmisor serotonina, lo que le da a la persona una sensación de felicidad. El problema es que el azúcar también provoca la liberación de insulina que eventualmente normaliza el nivel de glucosa, y cuando la glucosa vuelve a niveles relativamente bajos, nos esforzaremos nuevamente por tomar azúcar solo para sentirnos felices nuevamente. Esto puede llevar a un círculo vicioso de comer dulces constantemente solo para sentirse bien. El resultado es comer en exceso y una posible adicción.
Todos sabemos lo mucho que a los niños les encantan los dulces y el azúcar. Sin embargo, ese amor no es una consecuencia de los hábitos y la educación. Recientemente, los investigadores han descubierto que el amor de los niños por los dulces es causado por la biología de su cerebro. La concentración de neurotransmisores y sus receptores es diferente en los niños en comparación con los adultos. Esa diferencia se reduce lentamente a medida que envejecemos. El problema es que la adicción al azúcar se puede formar temprano en la niñez y permanecer por el resto de la vida.
Otro problema con la adicción al azúcar es el hecho de que el cerebro humano reacciona de manera diferente a los diferentes tipos de azúcar que ingerimos. Existen grandes diferencias entre las reacciones cerebrales a la glucosa y la fructosa. Por ejemplo, nuestro cuerpo necesitará mucha menos glucosa para sentirse bien y desencadenar los impulsos que nos dicen que dejemos de comer. Con la fructosa la situación es bastante diferente. El cuerpo humano necesita mucha más fructosa para evitar comer.
Investigadores de la Facultad de Medicina de Yale descubrieron este fenómeno mediante el análisis de imágenes de resonancia magnética funcional. Llevaron a cabo su estudio en sujetos sanos no obesos. Los científicos utilizaron fMRI para detectar diferentes reacciones cerebrales en glucosa y fructosa. Después de tomar glucosa, hubo una reducción del flujo sanguíneo en las áreas del cerebro responsables del apetito, el sistema de recompensa y la motivación. También provocó una satisfacción inmediata. La ingestión de fructosa no provocó estos cambios en el flujo sanguíneo.
El problema es que la fructosa se usa a menudo en alimentos y bebidas modernos. Dado que el cerebro humano no puede regular la ingestión de fructosa correctamente, puede provocar un comportamiento de búsqueda de alimentos, comer en exceso y, finalmente, obesidad.
Hay varias células diferentes en el cerebro humano, cada una con un conjunto diferente de funciones. Las células gliales rodean a las neuronas y les brindan apoyo. Un tipo de células gliales son los astrocitos, que juegan un papel importante en la creación de la barrera hematoencefálica. La barrera hematoencefálica controla el movimiento de sustancias entre el tejido cerebral y la sangre en ambas direcciones. Nuevos estudios de investigación muestran que las funciones de los astrocitos pueden controlarse mediante enzimas como la insulina y la leptina.
Los investigadores de la Universidad Técnica de Munich encontraron que los astrocitos juegan un papel importante en la ingesta de glucosa. Tienen receptores de insulina en su superficie que reaccionan a la glucosa en sangre. Las exploraciones PET indicaron que la insulina puede interactuar con los astrocitos y regular su permeabilidad a la glucosa, lo que dará como resultado diferencias en los niveles cerebrales de glucosa. Cuando los astrocitos en las partes del cerebro responsables del apetito se activan, esto conduce a la sensación de satisfacción. Sin embargo, cuando estos astrocitos no son alcanzados por la glucosa, no se activan y la persona seguirá esforzándose por obtener glucosa.
A pesar de los descubrimientos resentidos, la adicción al azúcar y especialmente sus mecanismos de acción en el cerebro siguen siendo poco estudiados. Una mejor comprensión de este fenómeno puede allanar el camino hacia intervenciones terapéuticas más efectivas destinadas a prevenir la obesidad.
Referencias
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Este artículo invitado apareció originalmente en el galardonado blog de ciencia y salud y en la comunidad temática del cerebro, BrainBlogger: Why Sugar is So Addictive?