Formación de hábitos y carrera de ratas
En octubre de 2012, investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) se propusieron averiguar si podían ejercer un control completo sobre los comportamientos habituales en ratones.Al inhibir una pequeña región de la corteza prefrontal, región del cerebro responsable de la planificación y el pensamiento, los científicos pudieron romper los hábitos de los ratones, pero, para su sorpresa, los ratones comenzaron a formar de inmediato nuevos patrones de comportamiento.
Hasta ahora, los psicólogos y terapeutas conductuales creían que los hábitos estaban ocultos en el ilusorio "subconsciente".
Pero el estudio del MIT muestra que el cerebro no solo es consciente de los hábitos: los controla por completo, momento a momento. Y no importa cuánto tiempo hayan existido los hábitos, ahora podemos apagarlos, como con solo tocar un interruptor.
Los investigadores formaron hábitos mediante la repetición y las señales auditivas en ratones que corrían por un laberinto simple en el transcurso de unas pocas semanas. Una vez que demostraron que el hábito estaba completamente arraigado, los investigadores lo rompieron al interferir con una parte de la corteza prefrontal conocida como corteza infralímbica (IL). Usando optogenética, una técnica que permite a los investigadores inhibir células específicas con luz, los investigadores bloquearon la actividad de la corteza de IL durante varios segundos mientras las ratas se acercaban al punto en el laberinto donde tenían que decidir qué camino tomar.
El cerebro de los ratones pasó de un modo reflexivo y habitual a un modo más cognitivo y comprometido, centrado en un objetivo. Una vez que los ratones habían roto sus viejos hábitos, formaron otros nuevos, que los investigadores pudieron romper nuevamente. Pero los investigadores se llevaron otra sorpresa: los ratones recuperaron inmediatamente su hábito original. Esto sugiere que los hábitos nunca se olvidan realmente, simplemente se sobrescriben o se reemplazan por otros nuevos.
Desde un punto de vista evolutivo, los hábitos simplifican la supervivencia al permitirnos tomar decisiones casi automáticamente, liberando nuestro cerebro para pensar en otras cosas mientras realizamos tareas rutinarias. Nuestro cerebro tiende a encontrar comportamientos familiares y repetibles debido a una sensación de seguridad. El problema con los comportamientos "automáticos" es que nos dejan vulnerables a la formación de hábitos negativos, como postergar proyectos más grandes o fumar cigarrillos al conducir.
Muchos hábitos incipientes pasan desapercibidos porque las personas rara vez se involucran en la metacognición cuando realizan tareas cotidianas, donde es probable que se formen hábitos. De hecho, a medida que los comportamientos se repiten en un contexto coherente, hay un aumento gradual en el vínculo entre el contexto y la acción: el comportamiento se vuelve más automático. Nuestros hábitos son un reflejo de cómo elegimos pasar el tiempo interactuando con el mundo, guiados por nuestros objetivos a corto y largo plazo, algunos de los cuales hemos tenido desde la infancia o parecen inexplicables.
Cuando disfrutamos de cierta estimulación, se liberan sustancias químicas como la dopamina en el cerebro, lo que alivia el estrés, mejora el estado de ánimo y proporciona una sensación de recompensa. Pero a medida que repetimos el comportamiento, nuestra tolerancia aumenta, lo que requiere más estimulación para activar los receptores de dopamina.
A veces seguimos consumiendo solo para sentirnos normales (dependencia), pero si las consecuencias de nuestro comportamiento se vuelven significativas y dañinas, y el comportamiento no se puede controlar, nuestro hábito se considera una adicción conductual o una adicción al proceso; si se trata de sustancias ilegales o de uso indebido, se considera una adicción a las drogas. Aquellos que forman "hábitos de drogas" a menudo luchan con ellos por el resto de sus vidas debido a los efectos duraderos de la dependencia y la abstinencia de dopamina en el cerebro. Como los ratones, nuestros viejos hábitos siempre están al acecho en el fondo de nuestras mentes.
La capacidad de romper hábitos en ratones puede parecer el nexo de una "cura" para las conductas adictivas, pero no está claro cómo la inhibición de la corteza de IL afectará a los humanos, cuya corteza prefrontal es considerablemente más compleja. No es absurdo imaginar una cirugía o un fármaco que pueda obstaculizar la corteza cerebral de los seres humanos, permitiéndonos escapar de nuestros hábitos negativos y vivir de manera razonable, consciente, sin la carga de nuestros comportamientos antiguos y aprendidos, pero puede que no sea necesario.
La clave para romper con los malos hábitos es tomar conciencia del comportamiento (a través de amigos, familiares o cualquier grupo de apoyo disponible); identificar los factores que desencadenan y favorecen su persistencia; y alterarlos como sea posible.
De manera similar a describir la sensación de un sueño, el contexto de un hábito también es importante: busque indicadores y símbolos en su vida cotidiana que puedan representar algo de mayor importancia y cambiar intencionalmente su significado. Mantener un horario variado también es una forma pasiva de frenar la formación de hábitos (¡la variedad es la sal de la vida!).
Sin embargo, una vez que haya roto el hábito, recuerde los ratones: debe buscar nuevos comportamientos positivos que le den un impulso cerebral, como ejercitar la creatividad o resolver problemas, para mantener su cerebro equilibrado y saludable.