Las 10 máscaras que usamos
Rara vez una persona sale de la infancia completamente ilesa.
La mayoría de nosotros aprendemos a protegernos con mecanismos de defensa y rasgos de personalidad que garantizan nuestra seguridad en el mundo. Al adoptar ciertos patrones de comportamiento, buscamos seguridad y estabilidad de manera inconsciente o consciente. Usamos diferentes tipos de máscaras para evitar que nos lastimemos demasiado. Sin embargo, al hacerlo, nos cerramos a las relaciones auténticas y nos quedamos atrapados en las costras de las heridas de nuestra infancia.
Al identificar nuestros escudos protectores, podemos comenzar a curarnos de heridas pasadas y disfrutar de una intimidad más profunda con nuestros seres queridos. Si bien nuestras estrategias de afrontamiento son tan variadas como nuestras personalidades, aquí hay diez de las máscaras más típicas que usamos.
Pregúntate: ¿Qué máscara te pones?
1. El chico genial
Según todas las apariencias, esta persona parece haber dominado todo lo necesario para mantener la calma en todas las situaciones. Sin conflictos ni caos, esta persona posee la compostura de un monje tibetano. Sin embargo, debajo de la superficie, sucede una de dos cosas. Sus emociones reprimidas resultan en un ataque de nervios, o periódicamente presiona la válvula de liberación cuando no hay nadie cerca, criticando a las personas subordinadas a él. Ataca al camarero por olvidar su café o envía un correo electrónico desagradable a su asistente por un pequeño error.
2. El humorista
El humor es un brillante mecanismo de defensa. Yo mismo lo uso. Si te estás riendo, no estás llorando, aunque pueden verse iguales. Dicho esto, puede prevenir y previene la intimidad. El sarcasmo, sobre todo, tiende a tener sus raíces en el dolor y no deja de tener consecuencias.
El humorista cuenta un chiste para evitar discusiones sinceras, para evitar que las conversaciones se vuelvan demasiado reales o profundas. Incómodo con el conflicto, saldrá con encanto de la confrontación. Su comedia sirve como escudo protector. Como tal, no permite que nadie entre y se siente solo.
3. El superador
Algunas personas persiguen inconscientemente el perfeccionismo como defensa contra la aniquilación. Si todo se hace bien, entonces su mundo no puede desmoronarse. Si bien los elogios y elogios asociados con ser un perfeccionista pueden proporcionar un alivio temporal, el perfeccionista siempre está a merced de que algo salga mal y, por lo tanto, vive en un estado constante de ansiedad. Su terquedad, obsesión y falta de confianza crean una barrera entre ella y sus seres queridos.
4. El mártir
La mayoría de nosotros conocemos a un mártir, una persona que se jacta de haber salvado al mundo por sí sola con sus acciones desinteresadas. Si bien los mártires pueden unir a las familias con compasión, su exageración de sacrificios aleja a los seres queridos. El drama con el que hacen el bien sirve como escudo protector de las mismas personas a las que ayudan. La mártir asegura su lugar en el mundo al creer que su papel es fundamental, al tiempo que hace que todos se sientan incómodos a su alrededor.
5. El matón
Cada entorno en el que trabajamos y jugamos es un patio de escuela de quinto grado con sus partes de matones. Su afirmación de control puede ser sutil, una manipulación suave para que lo veas a su manera, o puede ser agresiva, incluso física. Si bien los acosadores parecen tener confianza en sus opiniones y órdenes contundentes, son inseguros por naturaleza. Quieren tanto ser respetados que romperán las reglas de conducta apropiada para conseguir esa estima. La duda de sí mismo impulsa su comportamiento hostil; una necesidad obsesiva de sentirse bien que se produce a expensas de los derechos y sentimientos de los demás.
6. El fanático del control
El fanático del control usa el orden y el poder para lograr una sensación de seguridad. Al asegurarse de que todo está en su lugar adecuado, alivia su miedo a lo desconocido, a la ambigüedad, a la incertidumbre. Una madre gallina, la fanática del control no deja que nadie pierda de vista y asume la responsabilidad de todos los que la rodean, incluso cuando no quieren que los cuiden. Se deshace cuando alguien se desvía del plan.
7. El autodestructor
Sufriendo de un caso crónico de indignidad e inseguridad, la autocrítica proyecta una visión negativa de sí misma a los demás. Quizás inconscientemente, ella cree que puede aislarse del dolor lastimándose primero. Ella, entonces, se reprende a sí misma y se insulta a sí misma como medida de protección contra cualquier posible chispa que se le presente. La autodesprecio se convierte en un mecanismo de defensa con el que evita cualquier riesgo de intimidad.
8. El que agrada a la gente
La persona que complace a la gente hará todo lo posible para ganarse la aprobación de quienes la rodean, porque su sentido de identidad se basa en gran medida en la evaluación de los demás. Sus valores a menudo vacilan dependiendo de la entrada del día porque busca fuentes externas para validar quién es. Este tipo de máscara solicita el consejo de amigos, médicos, expertos, compañeros de trabajo y mentores porque carece de una base sólida. Fácilmente influenciada por otros, las decisiones son especialmente difíciles para ella.
9. El introvertido
La persona tímida o introvertida tiene un miedo mortal al fracaso y al rechazo. Preferiría sentir las punzadas de la soledad que arriesgarse a que no le agraden. Como el perfeccionista, tiene tanto miedo de cometer un error que se niega a desafiarse a sí mismo. Se sonroja fácilmente, se avergüenza fácilmente y no dice mucho por miedo a decir algo incorrecto.
10. La mariposa social
Aunque la vida de la fiesta, la mariposa social es innatamente solitaria. Él compensa los sentimientos de inseguridad con su don de la palabra y la charla trivial. Tiene muchos conocidos, pero pocos amigos reales, si es que tiene alguno. Aunque su calendario está repleto de eventos sociales, su vida carece de sentido. Mantiene sus conversaciones superficiales porque los diálogos más profundos pueden exponer su ansiedad o deshacerse de su personalidad segura.