Cómo la vergüenza da forma a nuestro falso yo
Por mucho que valoremos ser una persona auténtica, es posible que descubramos que no siempre somos fieles a nosotros mismos y auténticos con los demás. En lugar de ser y mostrar nuestro yo auténtico, es posible que hayamos desarrollado una forma de ser que intenta lucir bien, complacer a los demás y evitar el dolor de la vergüenza.
Podemos crear un yo que no somos realmente nosotros. A esto se le ha llamado a menudo nuestro falso yo. Como se discutió en mi libro, El auténtico corazón, Prefiero llamar a nuestro "yo fabricado".
El famoso psicólogo Carl Rogers a menudo nos instaba a vivir de una manera que él llama "congruente". Esto significa que lo que expresamos está en armonía con lo que sentimos por dentro. Si nos sentimos enojados o heridos, lo reconocemos y honramos; no mostramos una sonrisa ni pretendemos que estamos bien. Ser congruentes significa tener la conciencia y el coraje de ser emocionalmente honestos y genuinos con nosotros mismos, lo que crea una base para ser auténticos con los demás.
La autenticidad con nosotros mismos y con los demás constituye la base de una intimidad genuina con los demás. No podemos disfrutar de conexiones profundas y satisfactorias si no somos emocionalmente honestos y auténticos.
¿Por qué es tan difícil ser auténtico y congruente en nuestras vidas y relaciones? Lo que a menudo nos moldea y nos distrae es el sentimiento de vergüenza difícil y no reconocido.
En mi práctica de psicoterapia durante los últimos 40 años, he educado a mis clientes sobre la vergüenza, explorando cómo la vergüenza y el miedo son a menudo impulsores inconscientes de comportamientos que los perjudican. Prestar atención gentil a las formas furtivas en las que aparece la vergüenza es a menudo el primer paso para vivir una vida más auténtica y satisfactoria.
La vergüenza, esa sensación mordaz de ser imperfecto, defectuoso e indigno de amor, nos impulsa a construir un yo que pensamos (o esperamos) será aceptable para los demás. Ser rechazado, desterrado y humillado se encuentran entre las experiencias humanas más dolorosas. Podemos perpetuar nuestra ansiedad y agotarnos tratando de usar nuestra inteligencia para descubrir quiénes debemos ser para ganar la aceptación y el amor que anhelamos. En lugar de relajarnos en nuestro yo auténtico y natural, nos enredamos en nudos para pertenecer y sentirnos seguros.
Cuando nuestra experiencia nos ha enseñado que no es seguro ser auténtico, trabajamos mucho para diseñar y pulir un yo que pensamos que es aceptable. Para algunas personas, esto podría estar tratando de mostrar nuestra inteligencia, belleza o sentido del humor. Para otros, puede ser acumular riqueza o poder para mostrarle al mundo cuán "exitosos" nos hemos vuelto. Podemos esforzarnos por ser mejores que los demás o especiales para ser amados.
Tratar de ser alguien que no somos es agotador. Muchos de nosotros hemos sido tan impulsados por la vergüenza a crear un yo falso que hemos perdido el contacto con la bondad y la belleza de lo que realmente somos.
Vergüenza y autenticidad
La vergüenza y la autenticidad van de la mano. Si mantenemos la creencia fundamental de que tenemos defectos, entonces esta construcción mental / emocional colorea quiénes somos y lo que presentamos al mundo. La vergüenza nos condiciona a perder el contacto con el niño alegre y espontáneo que llevamos dentro. La vida se vuelve un asunto serio. Internalizando el mensaje de que no hay lugar para ser nuestro yo auténtico, con sus fortalezas y limitaciones, nos alejamos de nosotros mismos. Nuestro sentido de autoestima solo puede crecer en un clima de afirmación de quiénes somos, lo que incluye validar la gama completa de nuestros sentimientos y honrar nuestras necesidades, deseos y debilidades humanas.
A medida que llegamos a reconocer cuándo está operando la vergüenza y cómo nos detiene, comienza a aflojar su control destructivo sobre nosotros. Gradualmente, podemos honrarnos y respaldarnos a nosotros mismos, independientemente de cómo nos juzguen los demás. Cada vez nos damos más cuenta de que no tenemos control sobre lo que los demás piensan de nosotros. Mantenernos con respeto y dignidad se vuelve cada vez más ascendente, desplazando nuestros pensamientos reales o imaginarios sobre cómo nos perciben los demás. Descubrimos lo liberador y empoderador que es ser nuestro yo auténtico.
Las limitaciones del lenguaje dificultan hablar de autenticidad. El "yo auténtico" es realmente un nombre inapropiado. Implica que existe una forma ideal de ser y que necesitamos encontrar nuestro yo auténtico, como si existiera aparte de nuestra experiencia momento a momento. Si nos aferramos a una construcción en nuestra mente sobre lo que significa ser nuestro yo auténtico, estamos perdiendo el punto.
Ser auténtico es un verbo, no un sustantivo. Es un proceso de notar conscientemente el flujo siempre cambiante de experimentar dentro de nosotros, además de las contaminantes influencias de la vergüenza y nuestro crítico interno. Nos damos pleno permiso para darnos cuenta de lo que estamos sintiendo, sintiendo y pensando en este momento, y estamos dispuestos a demostrarlo de forma congruente cuando se sienta bien hacerlo.
La vergüenza retrocede al iluminarla con la luz curativa de la atención plena y trabajar con ella hábilmente. Como reconocemos que podemos tener vergüenza, pero que nosotros no son la vergüenza - podemos extender nuestras alas más libremente y disfrutar de nuestra preciosa vida.