Crecimiento a través de viajes

Se realizan viajes de la mente y el cuerpo para que el yo pueda crecer. El yo crece a través de la incomodidad, movido a la investigación y la acción. Situarse en una situación desconocida valida este malestar. Estar en un lugar diferente nos brinda una nueva perspectiva y desbloquea nuestro modus operandi para generar cambios.

Desde esta nueva perspectiva o lugar podemos cuestionarnos y ver con claridad cómo podemos progresar como ser humano. Nuestro entorno inmediato nos afecta, al menos hasta cierto punto. Nuestros pensamientos, emociones y acciones adquieren una rutina en nuestro lugar habitual de ser o perspectiva que puede hacer que el crecimiento se estanque si nos sentimos demasiado cómodos.

Cuando nos liberamos de la rutina, permitimos que nuestros patrones de pensamiento habituales tomen una nueva forma, lo que permite nuevos procesos de pensamiento. Estos nuevos procesos de pensamiento revelan aspectos de nosotros mismos que están ocultos en nuestra rutina habitual. Nos sorprende cómo pensamos, sentimos y actuamos cuando estamos fuera de casa. Por ejemplo, los recuerdos de las vacaciones que hemos tomado se disfrutan con cariño, ya que contrastan con nuestra rutina habitual. En muchos casos, nuestra rutina diaria contiene una parte de nosotros mismos que es más libre, más real.

Cuando viajamos para colocarnos deliberadamente en situaciones novedosas, permitimos que esa parte de nosotros crezca. Esa parte de nosotros está sana; está lleno de alegría, interés y asombro. Estos son estados emocionales necesarios para indagar sobre nosotros mismos y el mundo que nos rodea.

Es más saludable hacernos auto-indagaciones desde dentro de nosotros mismos, pero casi siempre está motivado por nuestra conciencia de nuestro entorno. Si esa motivación proviene de una experiencia positiva de un lugar o situación novedosa, nuestro crecimiento se está moviendo en una dirección saludable, uno de nuevos lugares dentro y fuera. Es más saludable indagar en la dirección del crecimiento y lo que podría ser cuando hacemos trabajo por cuenta propia, en lugar de tratar de arreglar lo que creemos que está mal. Un entorno nuevo puede estimular la indagación sobre aspectos novedosos dentro de nosotros. Si nuestro entorno y nuestro yo interior están vinculados, un entorno nuevo podría afectar positivamente la forma en que nos vemos a nosotros mismos.

Podríamos llegar a la conclusión de que el yo puede crecer por separado de nuestro entorno. Si un nuevo entorno con el que no tenemos conexión puede estimular este crecimiento, tal vez el entorno pueda verse como una pizarra en blanco desde la que podemos hacer preguntas imparciales sobre nuestro yo interior. Nuestro entorno habitual invita a estímulos repetidos que actúan sobre nuestro mecanismo de formación de hábitos, vinculando así nuestros estados internos a él para operar de manera más eficiente allí. Nuestro entorno habitual puede obstaculizar nuestro crecimiento de esta manera porque nuestros hábitos tardan en cambiar, y si no hay ningún cambio en nuestro entorno, este cambio puede tardar más en realizarse. Puede existir una disonancia entre permanecer en la rutina y hacerlo bien y cambiar y sobresalir.

Entonces, si viajamos a lugares nuevos, nos damos cuenta de que no hay nada como en casa, excepto nuestro yo interior. Nos damos cuenta de que si cambiamos desde dentro, esa parte de nosotros siempre está ahí, sin importar dónde estemos.Podemos llevar este nuevo lugar dentro de nosotros a casa, y si nos damos cuenta de nosotros mismos, no es necesario que regresemos a los viejos hábitos y rutinas. El cambio duradero puede suceder y sucede, siempre que nos demos cuenta de dónde proviene ese cambio. Nuestro mundo se abre, y debido a que se abre desde dentro, todo el mundo que nos rodea también lo hace, sin importar dónde estemos.

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