La ley de las consecuencias no deseadas

Cuando digo la palabra compromiso en voz alta, me estremezco. La palabra sola me hace sentir como si me hubieran sentenciado a prisión sin derecho a fianza, o como si alguien me hubiera rociado accidentalmente una rodaja de limón en el ojo.

Esto es irónico, ya que soy un defensor del compromiso. Animo a mis amigos a luchar por sus relaciones inestables y participar en la monogamia en lugar de convertirse en personas que se citan en serie. Sin embargo, encuentro repugnante la palabra "compromiso". Esto me permitió analizar mis sentimientos e intentar comprender por qué las personas se separan de su significado.

Aparte del miedo al rechazo o la falta de confianza, la primera conclusión a la que llegué fue el impacto de la guerra y nuestra incapacidad para relacionarnos con la tragedia inminente. En la década de 1960, la guerra de Vietnam estaba en pleno apogeo y nuestros padres se vieron afectados por la sequía. Los reclutas estaban obligados a alistarse, mientras que los soldados de hoy se ofrecen como voluntarios para servir.

Habiendo sido soldado, siento que comprendo la diferencia en las prioridades y valores que los soldados y las personas tienen hoy. Los reclutas abrazaron el compromiso y el matrimonio porque no sabían si regresaban de la guerra, una experiencia que no esperaban. Anhelaban volver a casa con alguien y anhelaban esa sensación de seguridad y comodidad. Los soldados de hoy eligen alistarse y, por lo tanto, comprenden la distancia necesaria que tienen con sus compañeros.

Nuestra vida diaria implica rutina: trabajo, escuela, compras, socialización. Estas rutinas superficiales nos protegen de buscar relaciones y comprometernos con ellas. Aunque las crisis globales nos rodean, la mayoría de los estadounidenses no temen una gran guerra o una desgracia y, por lo tanto, no sienten la necesidad de comprometerse con alguien para obtener esa sensación de realización.

En 1950, la edad media para que los hombres se casaran era de 22 años y de 20 para las mujeres. El promedio actual supera los 26 años para ambos sexos. ¿Qué ha prolongado nuestra falta de ganas de comprometernos? ¿Nuestra sociedad fomenta las citas más que la monogamia?

Celebramos ser solteros o solteras con fiestas compuestas por strippers para abrazar el estilo de vida soltero por última vez antes del matrimonio. Esta celebración se compara con comer una magdalena gigante antes de seguir una dieta sin azúcar, exprimir un último hurra antes de cerrar el trato. Nuestra sociedad permite y promueve este tipo de comportamiento en lugar de alentar a los futuros novios a pasar esa noche reconociendo la promesa que están a punto de hacer.

Quizás por eso las tasas de divorcio son tan altas; la gente ya no aprecia la importancia del matrimonio y el compromiso.Es más fácil casarse después de pasar una cierta cantidad de tiempo juntos y divorciarse cuando las cosas no salen según lo planeado. En última instancia, el compromiso ha pasado de ser un voto de amor y confianza a cumplir una expectativa social validada por un documento legal.

Quizás es por eso que me estremezco cuando escucho la palabra, porque de alguna manera se ha vuelto sin sentido. Hoy en día, el compromiso simplemente se prueba mediante un estado civil en Facebook o un anillo de promesa que representa la exclusividad de una pareja.

Las citas online también han contribuido a nuestro desapego del compromiso debido a su capacidad de engaño. Las personas pueden crear sus perfiles en sitios de citas en línea y presentarse como una persona diferente para atraer a otros. Por lo tanto, cuanta más atracción haya en línea, más posibilidades hay de posibles parejas y mayor nivel de estrés debido a más opciones.

Este sentimiento de estrés, en última instancia, supera el deseo de comprometerse porque es abrumador y gratificante para el ego. Las redes sociales y las citas en línea han brindado a las personas una sensación de seguridad: hay muchos peces en el mar y ya no es necesario comprometerse con un solo pez.

El compromiso ya no implica un deseo de conectarse profundamente y comprender a otra persona hasta el punto de diferenciarla del resto del mundo. Mucha gente tiene la percepción de que el compromiso implica la permanencia de la relación: la incapacidad de volver a estar con alguien más, como si alguien los hubiera obligado a aceptar estos términos.

La gente debe entender que la vida no se trata de permanencia, se trata de descubrimiento. El compromiso es simplemente una opción dentro de ese descubrimiento. Es una opción que puede desafiar esas relaciones y permitir que las personas crezcan y aprendan unas de otras.

Cuando escucho, pienso o me comprometo, espero sentirme liberado y amado. Y espero que otros valoren nuevamente el significado de la palabra.

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